MODELO DE RESPUESTA POLAR + Antu Saltor
Soft RockModelo de Respuesta Polar se encuentra en un momento clave. Su primer disco, “Así pasen cinco años” (2012 Limbo Starr), les catapultó a la primera línea de fuego del rock independiente. Un viaje al meollo de la cuestión que toda banda debe acatar si de verdad va en serio. Toca mover ficha. A Borja Mompó, alma mater de la formación, le sucede exactamente lo mismo. Ahí están: grupo y artista en ese intimidante ecuador. Y entonces llega “El cariño” (2014, Limbo Starr) y disipa de una sola escucha todo temor.
Sin perder la esencia de su sonido, en el que guitarras (eléctricas y acústicas) y percusiones marcan la pauta y juegan con las intensidades, Modelo de Respuesta Polar ha evolucionado con este álbum alcanzado una dulce y madura meseta. No es casual que en la producción se halle la docta mano de un Suso Saiz, que no dudó en apartarse del mundanal ruido junto a Mompó para macerar a fuego lento las diez canciones que conforman la obra. Nada, salvo la reacción que provoca, se ha dejado al azar.
El segundo largo de la banda valenciana atrapa al instante de prenderlo. Arreglos envolventes (bienvenidos sintetizadores y someras dosis electrónicas) arropan la emotiva voz de un experto embaucador que se sirve de una sarta de buenas intenciones para dirigir al incauto oyente a la boca del lobo. Mompó, que recuerda a Matt Berninger (The National), no canta: susurra, acaricia y silba al oído como ese amante que juega con el ritmo de nuestras pulsaciones con caliente e irresistible aliento. Entonces, zas, estás perdido, se torna en animal. No es bueno confundir cariño con amor.
Una vez dentro, no escapas (ni quieres hacerlo) a los hipnóticos paisajes sonoros, que son como pequeñas espirales sentimentales en las que todos nos hemos visto (o nos veremos) envueltos. Cortometrajes en color se mezclan con otros en blanco y negro para descubrir, ya desorientado, que era la misma película. Amor, dudas, euforia, añoranza y dolor van en el pack. “No creo que aparezca de nuevo algo mejor / No quiero que aparezca de nuevo algo mejor”. Si buscan soluciones, aquí no las encontrarán. La vida es imperfecta y en eso consiste la gracia (“seguir así no importa”), en transformar el tormento en algo tan precioso como estas canciones.
La instrumentación es vital y, de nuevo, los hermanos Jorge y Francisco Mollá (bajo y guitarra respectivamente) cubren con eléctricas capas y melodías progresivas esas composiciones circulares que van aumentado hasta estallar en el cielo. La novedad, capital, viene de la mano de Pau Paredes a las percusiones. Paredes (también teclados y bases) ha entendido perfectamente el tránsito de la sencilla desnudez a la violencia rock que requiere el proyecto. A ese combinado le unimos la esencia acústica y la prosa punk (sin escudos y directa) de Mompó y tenemos “El Cariño”.
En tiempos de prisas, excesos y música de diseño, nada como el valor de la sencillez, de lo puro y bien acabado, para recordarnos que lo que no es esencial es alienante. La playa está al final del camino y para alcanzarla se dan los rodeos que haga falta.