Viernes 15.03.2013 | 22:00 Concierto

HOLYWATER + BULLITT

Rock

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Hay grupos, pocos, que podrían cobrar por ver sus pruebas de sonido. Es una cuestión de entrega, de respeto por su trabajo, también de talento. De no saber no darlo todo. Holywater son uno de esos grupos; quien tenga la oportunidad de comprobarlo, que lo haga. 
Esa misma entrega, ese mismo respeto por su trabajo, también ese mismo talento, están ahora en “Wasteland”, que llega poco más de dos años después de “The Path to Follow”, algo no demasiado habitual en la producción de la banda. Parece como si el impulso cogido con su disco anterior y los más de setenta conciertos repartidos por salas y festivales de toda España les hubiese servido para mantener viva la inspiración, no dejar los instrumentos y preparar estas once canciones que forman su quinto álbum.
Grabado en Ultramarinos Costa Brava por Santi García, y coproducido entre Holywater y Santi García, “Wasteland” es su disco de rock más clásico, el más elegante, el que ofrece menos ganchos inmediatos porque se sabe seguro de su atractivo y no necesita exhibirlo de buenas a primeras para ganarse a nadie. Siguen contando con la voz emocionante de Ricardo Rodríguez, una sección rítmica en la que Mito está asentado como bajista y que por momentos coquetea con el soul y la potencia de unas guitarras más neilyoungianas que nunca (quizás por eso en sus directos se les ve a veces muy juntos, formando un círculo a lo Crazy Horse que despide la misma energía hacia afuera que los alimenta a ellos desde dentro).
“Wasteland” es el disco con el que Holywater siguen su camino, ajeno a etiquetas y a modas, el que les ha llevado a este terreno baldío que ellos han trabajado para plantar con mimo sus canciones más clásicas. Con catorce años de carretera, Holywater son cada vez más ellos siendo cada vez más conscientes de la tradición de la que forman parte. Si alguien toca en una banda de rock y hace un disco como este, puede decir con orgullo: mira, esto es lo que hago, toco en un grupo de rock. Entrega, respeto y talento.
 

La vida está llena de pequeños detalles que hacen que cada día valga la pena levantarse de la cama, esperar nuevas sorpresas, valorar cada sonrisa que te encuentras y mantener un estado mental positivo. Agarrar el toro por los cuernos. Por supuesto si vives en Sant Feliu de Guíxols lo tienes todo más fácil: debe ser cojonudo tener la oportunidad de vivir en nuestro Chapel Hill, ser colega de No More Lies, pillarte unas bravas en el Corsari o dar una vuelta por el paseo marítimo. Luego irte al local de ensayo con tus amigos de siempre y zambullirte en el tipo de música que siempre te ha gustado escuchar y hacer. 
La música de Bullitt no busca nuevas vías de expresión, tan sólo encontrar el camino más natural y honesto posible. Sus discos (tres hasta la fecha) desprenden una energía positiva sincera y vibrante (“Lucky”, “Live Unafraid”, “See The Light”) que sin embargo no esconde ese punto de melancolía que da la madurez. Uno casi siente envidia de estos cuatro tíos: es imposible escuchar sus canciones sin sentirte feliz por estar vivito y coleando, y eso -especialmente en los tiempos que corren- es decir mucho. 
El cuarteto de Sant Feliu conserva las mismas señas de identidad que hacía que escuchar sus anteriores discos fuera una experiencia tan agradable. Rock ‘n roll impecablemente ejecutado y trufado de melodías deudoras del post-hardcore y emo surgido a mediados de los noventa que forman parte del ADN del grupo. La honestidad y la frescura con la que Bullitt demuestran ser capaces de conjugar estos elementos a estas alturas de la película es realmente sorprendente. Algunas canciones destacan por su componente melódico mientras otras suenan más rock (The Hellacopters, por ejemplo). Al igual que ya sucedía con “Love or die” (2010) el grupo consigue hacerte olvidar que un día existieron unos Jawbox, Aina o The Promise Ring. A una base rítmica sólida y no exenta de pegada, un trabajo de guitarras muy logrado y un soberbio trabajo vocal a cargo de Xavier Calvet (emparentado con los mejores Alkaline Trio o The Unfinished Sympathy), Bullitt le añaden algunos sorprendentes acercamientos a un rock más comercial (Foo fighters o Gaslight Anthem) que los hace todavía más irresistibles, arriesgando ciertamente en el terreno de los arreglos de producción (una vez más se nota la mano maestra de Santi García) con la inclusión de violines y teclados. 
Esta dualidad entre melodía y ritmos más rock ya estaba presente en los anteriores discos del grupo, pero es en “So Many Ways” (un título que deja bien a las claras esa búsqueda de heterogeneidad) dónde Bullitt dan lo mejor de sí mismos, entregando la canción más reposada que han hecho hasta la fecha («Lucky») y también la más enérgica (“Headblower”). Una estupenda colección de canciones, con ritmos y melodías que se te quedarán grabadas en la cabeza y el corazón durante días y que recoge perfectamente la energía que desprende el grupo en directo.