Viernes 23.07.2010 | 21:00 Concierto

ROCANROL ANIMAL: Tributo a Saba

Rock

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 Fiesta presentación del CD "ROCANROL ANIMAL: TRIBUTO A SABA" Josep Sabater Rafols, "Saba", tenía más o menos mi edad. Fuimos amigos.
(Sabino Méndez)

Amigos de Saba se reúnen para brindarle un homenaje, presentando un cd con 24 canciones.
Saba, fue en los 90 manager o tour manager de bandas como BB Sin Sed, Raiser, Wom A2, Loquillo y Trogloditas, Flores del Mal y Marc Parrot. Con el nombre Animales Reunidos, sus amigos en colaboración con Sidecar editan un CD y ofrecen un concierto/jam-session en su memoria con la participación de diversos músicos y amigos.

En palabras de JotaEme, el instigador inicial de este homenaje…
 Para unos fue un amigo, para otros compañero, jefe o empleado. Para mi, un hermano de sangre al que nunca pude despedir como se merecía hasta ahora.

La idea surgió de un intenso momento personal; convaleciente de un accidente de moto, ubicado en un remoto rincón del sur y próximo ya a la cincuentena.

¿Por qué después de tanto tiempo seguimos atrapados por algo tan básico como nuestra música?

Sigo pensando que el rock'n'roll es una reunión de amigos. A ellos recurrí para exponerles este proyecto y con uno en el norte y otro en el este se formó el eje que lo ha hecho posible.

La mayoría de los participantes llevan más de seis lustros, se dice rápido, conectados a los escenarios. Continuidad frente a la nostalgia. De su mano aparecieron caras nuevas, otras generaciones que entendieron a la primera lo que se planteaba; esa ha sido la fuerza que ha movido este motor. En momentos bajos, la energía de los recién incorporados realimentaba la nuestra. Y han sido muchos, agrupados en el recuerdo de aquel que entró, irrepetible, en nuestras vidas.

Volví a la ciudad donde le conocí para velar la larga agonía de mi padre y a cambio… ver nacer las canciones que ahora se ofrecen en su memoria.

Desde la barra de ese bar amigo que hay en el mercado de Sant Antoni hasta el local de Plaza Real que fue nuestra casa a deshoras, han tardado pero han llegado. Aquí están y que nos quiten lo por bailar.  *** TE VOY A HUNDIR
por Luis Hidalgo Lo recuerdo aún. Lo decía con relativa frecuencia, y aseguraba que era su frase predilecta. Él era así. Su pinta de chico rudo tenía más de voluntad de serlo que de realidad, pero él, concienzudo, había decidido conseguir el aspecto que se supone tienen los managers de verdad, los que intimidan y tienen bastante con una sola para conseguir un contrato inapelable. Y ciertamente, si no se le conocía podía llegar a intimidar. No era alto, pero sí algo ancho. En la construcción de su imagen le ayudaba no ser eso que se entiende por un chico guapo y también una forma de hablar que tenía un toque rudo. La estampa se acababa componiendo con un vestuario genuinamente rockero –había veces que sólo le faltaban las espuelas- y una seguridad en sí mismo que parecía blindada. Nunca le conocí lo suficiente como para saber si todo era cierto o una proyección de aquello que él deseaba ser después de imaginar la vida de Un Verdadero Manager de Rock And Roll. Lo que pienso ahora, pasados los años e intentando rememorar aquellos tiempos en los que todos estrenábamos casi todo, es que más que un manager, Saba parecía un apoderado, término racial que denota quién tiene los poderes, quién decide, quién corta el bacalao.

Así recuerdo a Saba, un personalidad de la trastienda del rock forjada en los sueños de quienes quieren formar parte de la leyenda. Él lo hizo de múltiples maneras, muchas de ellas como un obrero de la música, como uno más de los cientos de personajes anónimos que conducen, tiran cable, representan, alquilan furgonas, buscan restaurantes, pagan hoteles y consiguen aquello que las estrellas desean. Él lo hacía aspirando alcanzar aquello que podía redimirle de tanta carretera anónima. Estuvo a punto de conseguirlo. Tocó con la punta de los dedos aquello que él consideraba la gloria. Aún tengo fresco en la memoria cómo contaba que uno de sus artistas era deseado por una multinacional de aquellas que entonces representaban el máximo poder de la industria. Entonces se piró. Recuerdo aún su despedida y cómo sonó una de las muchas hermosas canciones de BB Sin Sed, uno de los grupos que apoderó. Se fue y nos dejó una instantánea, una foto, un recuerdo. En mí aún perdura.

Ese era Saba. A mis ojos, claro. Aún guardo en la mesilla de noche una tarjeta suya. Y aún, como dije hace muchos años, cuando él murió, creo que si acabo escribiendo ese libro que todos los periodistas deseamos escribir, se acabará titulando con un título que Saba me dio sin saberlo: Te Voy A Hundir.
 *** También Sabino Méndez ha querido escribir acerca de Saba…  Josep Sabater Rafols, “Saba”, tenía más o menos mi edad (año arriba, año abajo). Fuimos amigos. Murió joven y eso hace que su imagen se quedara detenida cómo algo representativo de un tiempo muy concreto de nuestro país. Los demás hemos envejecido y cambiado, deteriorándonos y adaptándonos (como se sabe que hace siempre el homo-faber) a los vaivenes del medio que nos ha tocado vivir. La muerte prematura es lo que tiene: que solidifica la imagen hasta hacerla representativa. No es que sea imposible reconstruir en el recuerdo esa juventud que compartimos; el problema es que hacerlo correctamente sería carísimo: una producción de gran presupuesto.

Habría que reedificar para ello todas y cada una de las viejas carreteras comarcales que eran entonces en este país apenas pequeñas cintas de asfalto sin arcén por las que a veces era un placer deslizarse en moto en solitario. En ellas aprendió Saba a conducir dirigiéndose a las carreras de moto-cross en las que tanto le gustaba participar, consiguiéndose una máquina con sus hermanos o amigos.

Habría que demoler también todo el impresentable cinturón urbanístico del litoral con sus horteras y asépticos paseos marítimos para visualizarlo correctamente cuando esa cinta de asfalto le llevaba entre matorrales hasta el borde mismo de la arena de la playa; a él, que era un hombre de tierra adentro, allí dónde los viñedos del Penedès se refugiaban, justo al límite, del viento del mar para que el néctar de la uva no saliera aún más ácido.

Habría también, por supuesto, que quemar toda Internet y modernos medios de comunicación digitales hasta dejar la vieja, heroica y solitaria emisora de rock (Radio 3 de Radio Nacional de España en aquellos años) que nos traía las excitantes novedades de un mundo nuevo como sucedía
con la habitual “rock’n’roll station” en las canciones de Lou Reed.

Todo ese tiempo existió y sería carísimo reconstruirlo, a todas luces imposible; pero nos habla del momento en que la libertad llegó lentamente a nuestro país y, en el momento clave de la muerte del dictador, una explosión de rock and roll (por primera vez verdaderamente popular y no capricho estético de las élites avisadas) llegó a los barrios más menestrales de las periferias de las ciudades y a las pequeñas y viejas poblaciones agrícolas de nuestro campo como la que vio nacer a Saba.

Por supuesto, vivir en esos pequeños lugares y enamorarte del rock era toda una declaración de principios y una lucha contra los elementos. No creo que en ninguna generación hayan existido tantos organizadores solitarios de conciertos pequeños (amateurs, profesionales, liantes y vocacionales) como en aquella. Se empeñaban, contra viento y marea, en llevar grupos que eran muy difíciles de comprender (casi bromas particulares) a poblaciones perdidas dónde los cómplices eran pocos y muy concretos. Si lo hicieron y se embarcaron en esa batalla de muy difícil victoria fue, por supuesto, porque se enamoraron, con la total entrega de la juventud para con esos romances, de lo que transmitía aquella música loca de maneras y galante de intenciones.

Pero fue así, gracias a gentes como Saba, como la música más innovadora llegó en aquel tiempo hasta los pueblos más recónditos y hermosos. Devolverlos a su estado original (aquel que presenció el punk rural enamorado de lo urbano) necesitaría o bien de un presupuesto ilimitado para destrozar todas las capas de forrado mal gusto “mainstream” que desde entonces han llovido sobre ellos, o bien de una invasión extraterrestre especialmente agresiva para con los humanos. Para lo que no necesitaríamos grandes medios sería para pasar por su pueblo y ver a la manera de cada año como su padre, mientras las nuevas músicas eléctricas asolan el mundo, recoge del campo una caja de melocotones, cultivados como se hacía hace años, y los lleva una vez más a casa.
  Sabino Méndez